En el actual contexto de creciente tensión en el ámbito del comercio mundial, el gobierno de China ha lanzado una fuerte advertencia a los países que decidan establecer acuerdos con Estados Unidos que puedan resultar perjudiciales para los intereses de Pekín. Esta actitud simboliza la intensificación de la táctica diplomática y comercial de la nación asiática en reacción al aumento de los aranceles promovido por Washington.
La advertencia china se produce tras informes que señalan que la administración estadounidense busca persuadir a otros países para que impongan restricciones al comercio con China. A cambio, se ofrecerían exenciones en los nuevos aranceles que Estados Unidos ha impuesto recientemente, como parte de una estrategia más amplia para reducir la dependencia del país norteamericano de los productos chinos y reactivar su propia producción industrial.
El gobierno chino ha reiterado que no tolerará ningún tipo de acuerdo que comprometa sus intereses. En un comunicado, un portavoz oficial declaró que “el apaciguamiento no puede traer la paz, y el compromiso no puede ganar respeto”. Añadió que cualquier nación que busque beneficios comerciales a costa de China enfrentará una respuesta proporcional. Pekín se mostró firme al asegurar que tomará “contramedidas con resolución”.
Esta reacción se produce tras la intensificación de la guerra comercial entre las dos principales economías del planeta. Desde su regreso a la Casa Blanca, el presidente estadounidense ha anunciado severos aranceles sobre las importaciones provenientes de China, en algunos casos llegando hasta el 145%. Estas medidas no solo han afectado a China, sino también a otros socios comerciales de Estados Unidos, generando fricciones globales.
Varios países asiáticos han comenzado ya a negociar con Washington. Japón, por ejemplo, envió a su principal negociador arancelario a reunirse con funcionarios estadounidenses, mientras que Corea del Sur ha anunciado que iniciará conversaciones comerciales en los próximos días. Por su parte, India también está en la mira, enfrentando una posible tarifa del 26% sobre sus exportaciones si no alcanza un acuerdo con la Casa Blanca.
En declaraciones recientes, el vicepresidente estadounidense expresó optimismo respecto a posibles acuerdos con otras potencias, incluido el Reino Unido. Sin embargo, estas negociaciones se desarrollan bajo la sombra de las presiones políticas y económicas derivadas del conflicto con China.
El plan del gobierno de los Estados Unidos se centra en impulsar la compra de productos locales a través de restricciones comerciales que aumenten el costo de los bienes importados. Se anticipa que esta táctica aumente los ingresos fiscales y favorezca la inversión nacional. No obstante, los expertos señalan que trasladar la producción industrial de vuelta a Estados Unidos es complejo y que las repercusiones económicas negativas podrían persistir durante mucho tiempo.
China, por su parte, no ha permanecido pasiva. En respuesta, ha impuesto aranceles de hasta el 125% a productos estadounidenses y ha asegurado que está dispuesta a «luchar hasta el final» en esta contienda comercial. Esta postura beligerante ha sembrado incertidumbre en los mercados financieros internacionales, provocando caídas bursátiles y temor entre los inversores.
A pesar de que hace poco Estados Unidos propuso una moratoria de 90 días sobre ciertos aranceles, China no resultó beneficiada con esta tregua momentánea. La disputa entre estas dos grandes potencias continúa sin indicios de disminuir, y los analistas alertan que, si no se llega a un acuerdo consensuado, las repercusiones económicas podrían propagarse más allá de las fronteras de ambos países, influyendo en toda la economía mundial.